Por Ángeles Molina Márquez, profesora de compensación educativa del IES Macarena de Sevilla.
El mindfulness debería practicarse en cualquier área del currículum escolar, integrado en el horario del centro educativo. Apostando el profesorado por una innovación educativa que aporta una serie de beneficios al alumnado, como son la mejora de las capacidades de concentración y atención, al estar más presentes viviendo plenamente el momento del aquí y ahora. También les ayuda a conocerse mejor y a gestionar de una manera óptima y positiva las emociones que muchas veces genera su cerebro ante diferentes estímulos externos de forma automática y que, al final, no terminan de comprender.
Por otro lado, les aporta una mayor serenidad y mejora las relaciones con los otros, incluida la familia, al reducir con la práctica del mindfulness la ansiedad y el estrés, controlando la impulsividad.
Lo más importante es que desarrolla una de las primeras competencias que deberían sustentar la evolución del alumnado, como son la educación emocional, generando una mayor confianza en sí mismos, y la autoestima, fomentando la convivencia de la comunidad educativa.
Si la práctica meditativa la realizamos en un entorno de naturaleza como es nuestro caso, es mucho más fácil que el alumnado se concentre en la respiración, se relaje, preste atención a su realidad y le genere un mayor bienestar físico y emocional. Por ello, suelo practicar una serie de meditaciones de mindfulness tanto en el ecohuerto como en una salida extraescolar: mindful caminando, acompañándolo de un mindful eating. Aprenden a arraigarse a la tierra, conectar con ella, y despiertan sus sentidos a nuevos sabores que hasta entonces habían pasado completamente desapercibidos.
Mindfulness Naturaleza: El Girasol
Nos colocamos de pie ocupando un espacio exterior en la naturaleza.
Iniciamos la meditación enfocando nuestra atención hacia la luz que nos llega.
Realizamos una inspiración profunda consciente y una expiración consciente.
Cerramos los ojos lentamente y nos dejamos llevar por el rayo de luz que llega hasta nuestro rostro, cómo roza ligeramente nuestros ojos, nariz, frente, pómulos y boca, casi como un suspiro.
Sentimos el viento que mueve nuestro cabello e inspiramos con suavidad y exhalamos como una brisa de verano.
Nos afianzamos a la madre tierra y de nuestros pies brotan unas raíces profundas que conectan con ella, enraizándonos.
Sentimos nuestras piernas ancladas y fuertes como un roble que nos sujetan con seguridad.
De nuestras manos germinan nuevas raíces que nos comunican con la tierra que nos envuelve.
Seguimos inspirando y expirando con consciencia volviendo al aquí y ahora.
Una gran luz de energía nos envuelve llenándonos de vida, luz y calor.
Lentamente giramos nuestra cabeza hacia el sol, cualquier pensamiento negativo desaparece y lo dejamos ir.
Seguimos sintiendo nuestra respiración acompasada y profunda, inspiro, expiro.
¿Qué siento?
Muy lentamente recogemos las raíces que brotaban de nuestras manos, luego de los pies, mis piernas y el cuerpo comienzan a balancearse como un junco.
Mi cabeza baja ligeramente y muy muy despacio abro los ojos, termino con una última y profunda inspiración/exhalación.
Mindfulness Eating: La Fresa
Realizamos unas respiraciones profundas inhalando y exhalando previamente.
Nos sentamos de manera cómoda.
Con los pies apoyados firmes en el suelo, sin cruzar las piernas.
Tomamos una pieza de fruta al azar.
La observamos con los cinco sentidos, su forma, tamaño, olor.
Damos gracias a la semilla que propició que se convirtiera en planta, luego en flor y al final en fruto.
Damos gracias al sol, a la lluvia, que la ayudaron en su crecimiento y floración.
Agradecemos el trabajo del agricultor que la sembró, regó, cultivó y recolectó.
A todos los insectos que facilitaron con su polinización el desarrollo de su fruto.
También agradecemos a aquellas personas que las transportaron y permitieron que llegara a nuestra mesa.
Observamos su color y mordemos un pequeño pedacito de fruta.
¿Qué evoca esta fruta o su sabor en nosotros?
Es un sabor ¿agradable, dulce? Quizás nos recuerda a experiencias pasadas en nuestra infancia, en un día de verano o primavera…
Seguimos saboreándola lentamente sin prisa por terminarla de comer, viviendo intensamente este momento.
Únicamente nos dejamos llevar por su aroma. Y nuestro paladar.
Si llega algún otro pensamiento a nuestra mente lo dejamos fluir con calma y aceptación.
Al finalizar de comerla nos quedamos un instante relajados, observando cómo nos sentimos ahora.
Terminamos agradeciendo el instante presente vivido.