Como hemos destacado en otras ocasiones, la colaboración y la actividad social compartida viven en el corazón del actual movimiento de agricultura ecológica y lo sustenta económicamente hacia el futuro.
En la práctica agraria se expresa como reflejo de su multifuncionalidad, que promueve diversificación y estabilidad en las iniciativas que no están centradas en la producción industrial de alimentos. Son ampliamente reconocidos los beneficios ambientales que la agricultura y ganadería ecológicas provocan en el paisaje y en los seres humanos que trabajan en este tipo de iniciativas: agua y aire más limpios; suelos con más materia orgánica y, por lo tanto, más fértiles y estables ante los cambios estacionales y climáticos; mayor biodiversidad silvestre y doméstica; y alimentos con más contenido en nutrientes beneficiosos para el ser humano.
En este artículo queremos resaltar que también la agricultura ecológica aporta valiosos servicios sociales a sus propias empresas y al entorno natural y humano donde crecen y se desarrollan. Son actividades promotoras de regeneración y salud social.
Existen varios términos que resaltan este carácter social que acoge y promueve la agricultura ecológica, que podemos resumir en el término más usado, la agricultura social (social farming). Un sector de actividad económica amplio, que abarca desde centros educativos, terapéuticos o de inclusión que utilizan los beneficios de la agricultura o el cuidado de los animales como elementos de trabajo, hasta iniciativas agrícolas o de ganadería que abren su entorno de trabajo para compartirlo con todo tipo de ciudadanos interesados en participar de sus actividades. Los huertos educativos que promovemos en este portal, en el Premio Nacional Huertos Ecológicos Escolares y en la plataforma de microdonaciones podrían encuadrarse en este ámbito de actividad.
Así, la agricultura social puede incluir una actividad de producción de alimentos que se comercializan o autoconsumen, al que se suman actividades vinculadas con la salud y el empleo, la educación o la terapia.
Las iniciativas de agricultura social ofrecen oportunidades para que la gente participe en los distintos ritmos del día y del año, bien sea cultivando alimentos o trabajando con animales domésticos. La agricultura social integra a personas con discapacidades físicas, mentales o emocionales; son iniciativas que ofrecen actividades dirigidas a colectivos que están en riesgo de exclusión, jóvenes con desórdenes de conducta o con dificultades de aprendizaje, drogodependientes, desempleados de larga duración pero todavía en edad de trabajar, etc. Son lugares que pueden crearse en una escuela o un jardín de infancia, y mucho más. Los valores que se cultivan en la agricultura social incluyen la prevención de enfermedades, la inclusión social y una mayor calidad de vida (Witzinhausen Position paper on the Added Value of Social Farming. 2007 o 2008).
Se reconoce cada vez más la capacidad de estas iniciativas para generar una economía local que favorece el desarrollo rural, así como su papel como agentes de cambio por una regeneración social. Se benefician del contacto con las fuerzas de la naturaleza, de la configuración de la belleza de un paisaje, y pueden y deben actuar como regeneradores, guardianes de ese paisaje y de su belleza sanadora (sea urbano o rural). Cuando los agricultores y ganaderos no pueden encontrar el tiempo para atender estas áreas menos productivas a corto plazo para el mantenimiento de sus empresas agrarias, ellos son sus mejores aliados naturales. Un bello y sano intercambio, donde todos ganamos.
Podéis encontrar más información sobre este movimiento en:
Asociación Aethores: http://aethores.wix.com/asociacion
Universidad Autónoma de Barcelona: https://agriculturasocialcat.files.wordpress.com/2014/04/articulof_373_06_ager-1703-10-4422-ager-2014-04.pdf