El fomento de la cultura emprendedora es algo que se pide dentro del ámbito educativo. Nosotros hemos encontrado en nuestro huerto y sus productos el mejor lugar para hacerlo.
Periódicamente, siempre en función de la producción hortícola, los alumnos se organizan para recoger lo obtenido en sus bancales, lo limpian y lo ordenan en lotes listos para la venta.
Todos los detalles son importantes. Hay que pensar precios, ofertas, anunciarlas y poner un cartel que avise a los padres de un nuevo día de apertura del “Mercablás”.
Es necesario también preparar una modesta caja con diferentes cambios de moneda. Los mayores ayudan a los pequeños y practican con ellos las posibles operaciones de multiplicación a realizar en el momento de la venta.
Llegado el momento de la apertura siempre hay nervios: “Yo vendo”, “yo cobro”, “yo entrego”, “yo ayudo con las cuentas”, “¿y si no viene nadie a comprar?” Pero nuestros padres siempre responden con largas colas demandando nuestros productos y los nervios poco a poco se transforman en caras de emoción en los niños y de satisfacción en sus padres.
Cuando “Mercablás” cierra su ventana, llega el momento de hacer caja, ver los ingresos sin olvidar lo antes invertido. Más tarde los delegados de cada clase valorarán qué hacer con la ganancia obtenida, ¿se deja de remanente para futuros gastos o la empleamos en algo más?
Este curso decidimos dedicar los beneficios del curso pasado al proyecto “Piratas” de la Red Ignaciana de Solidaridad, una organización benéfica que se dedica a hacer más llevadera la estancia de los niños hospitalizados. Varias voluntarias vinieron a visitarnos y los niños les hicieron entrega de los juguetes comprados con nuestra recaudación. Fue un momento bonito en el que todos nos sentimos felices y orgullosos de lo logrado con nuestro huerto.